
Sabemos que las emociones son un reflejo de la integración de las sensaciones generadas por estímulos externos con las sensaciones viscerales que se experimentan en el interior del cuerpo; al mismo tiempo que cumplen una función integral y adaptativa de nuestra experiencia humana. Desde las neurociencias, contemplando el modelo de Paul McLean, se acepta que el sistema límbico es una especie de “segundo cerebro” recubriendo la parte reptiliana más primitiva, que rige las funciones relacionadas con la autoconservación, la lucha, la procreación y fundamentalmente: el comportamiento emocional. Para Daniel Coleman, las conexiones entre la amígdala, ciertas estructuras límbicas y la neocorteza, son el centro de las batallas o los acuerdos cooperativos alcanzados entre la cabeza y el corazón, o bien, entre el pensamiento y el sentimiento. Comprender cómo influyen en nuestras acciones y decisiones puede ser clave para nuestro crecimiento personal y profesional. En este sentido, el neurocoaching asistido con caballos emerge como una poderosa herramienta que nos permite explorar y gestionar nuestro aspecto más emotivo de una manera única y transformadora. Lo primero que debemos tener en cuenta es que lo que moldea el cerebro es la experiencia. Y en este plano las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros.
La interacción con los caballos ofrece una oportunidad única para explorar nuestra emocionalidad de una manera auténtica y sin juicios. Nuestros compañeros equinos, reflejan la energía y estado interno del coachee de un modo que a menudo nos sorprende y nos ilumina. Al trabajar con un coach especializado en esta área, se abre la posibilidad de revisar cómo la sensibilidad emocional impacta en la multidimensionalidad del ser: la comunicación verbal y no verbal, los aprendizajes, las relaciones e incluso el proceso de toma de decisiones. A través de ejercicios prácticos y observaciones cuidadosas, el cliente podrá ganar una mayor conciencia de sus respuestas emocionales automáticas y aprenderá a responder conductualmente de manera más efectiva.
Las dinámicas de trabajo en pista orientadas en este aspecto aportan mayor conciencia emocional, invitan a trabajar en la coherencia del eje emo-energético y ofrecen herramientas para el desarrollo de habilidades de moderación frente a lo que el cliente está sintiendo y cómo responde en consecuencia. Además, se construye sesión a sesión el fortalecimiento de la empatía y la conexión, las bases sobre las que se sostiene la habilidad de establecer relaciones auténticas y significativas con otros.
Comprender nuestro aspecto más visceral y aprender a gestionarlo tiene un impacto directo como dijimos, sobre las decisiones que tomamos, las vuelve más conscientes y alineadas con nuestros valores y objetivos y por lo tanto, es un aporte verdaderamente significativo a la armonía y serenidad de nuestra vida cotidiana.
El neurocoaching en esta rama tan específica, ofrece una experiencia única y transformadora como puerta de entrada para sumergirse en el universo emocional. A través de la interacción con los caballos y la guía del equipo coach-especialista ecuestre, el cliente podrá profundizar y clarificar, no solamente qué está sintiendo, sino por qué y para qué, convirtiendo estos sentires en un impulso de acción llevado adelante en conjunto con la aplicabilidad de las habilidades de regulación. Se encontrará en posibilidad de vincularse genuinamente consigo mismo y con los demás. Quien llegue al encuentro de este proceso personal, con la profundidad inherente a la emocionalidad que esto implica, transite, y haga de dicho proceso una experiencia transformadora, sin duda no será el mismo cuando haya finalizado. Habrá descubierto el invaluable capital humano que aportan las emociones.
En Horse Experience Company solemos preguntarles a nuestros clientes: ¿Quién está contigo, presente a cada instante, cuando algo o alguien dispara en ti una emoción? Y entre risas suelen responder: “Nadie más que yo mismo”.
Nuestro sentido agradecimiento al artista intérprete de danza con caballos, Ibrahim Zongo, por el aporte de esta maravillosa fotografía artística que acompaña la entrada.