Hay un lenguaje que no necesita palabras.
Los caballos lo conocen bien.
A través de sus cascos, los caballos perciben vibraciones del suelo, cambios sutiles de presión y resonancias que les permiten anticipar lo que sucede a su alrededor. Esa capacidad, casi invisible, les ofrece una conexión constante con la tierra y con el entorno. Es una forma de escucha corporal que trasciende lo racional: sienten antes de pensar.
Cuando trabajamos con ellos en procesos de coaching, esa sensibilidad se convierte en espejo.
Nos recuerdan que también nosotros podemos aprender a escuchar desde otro lugar: desde el cuerpo, desde la quietud, desde la presencia.
Así como el caballo percibe lo que ocurre bajo sus cascos, los seres humanos podemos percibir lo que ocurre dentro y alrededor nuestro, si aprendemos a aquietar la mente y a confiar en lo que sentimos.
En un mundo donde el ruido mental domina, “escuchar con los pies” es un acto de reconexión.
Nos invita a volver a la base, a la tierra, al aquí y ahora.
A reconocer que cada paso, cada respiración y cada sensación son señales que hablan, si estamos disponibles para oírlas.
En Horsexperience, el encuentro con los caballos nos enseña a recuperar esa sabiduría sensorial:
a sentir lo que está vivo en nosotros, a interpretar lo que vibra, a habitarnos con más presencia y coherencia.
Quizás el liderazgo, la comunicación o la autenticidad empiecen ahí:
en el instante en que dejamos de buscar respuestas en la mente,
y empezamos a escuchar… con los pies.